introducción
Las algas son unos organismos fotosintéticos con clorofila,
esenciales en la naturaleza: Se conocen unas 50.000 especies y constituyen un
tercio de la biomasa de vegetales del planeta. El uso de las algas con
distintos fines es muy antiguo: Los chinos ya las utilizaban en el año 2700
a.C., y culturas tan diversas como la azteca o la greco-romana recolectaban
algunas especies para preparar alimentos, medicinas o cosméticos. Los expertos
consideran que sus posibilidades son enormes, teniendo en cuenta que apenas se
tienen conocimientos científicos sobre todas las especies. No obstante, en la
actualidad se han desarrollado toda una serie de utilidades para el medio
ambiente y el ser humano: Agropecuarias: Mejoran la producción vegetal como
abono y fertilizante y sirven como complemento alimenticio del ganado .
Alimenticias: Forman parte de la tradición gastronómica de China, Japón o
Corea, especialmente la especie Porphyra, por sus propiedades nutritivas y
organolépticas (olor y sabor). En la "poliacuicultura ecológica", las
algas sirven de complemento dietético para peces o moluscos de granjas de
cultivo .
Farmacológicas: Muy utilizadas en la medicina tradicional
oriental, actualmente se están empleando para combatir un número de afecciones
y enfermedades cada vez mayor, gracias a su poder gelificante, antitumoral,
antioxidante, anti-úlceras, anticolesterol, etc. Cosméticas: Los extractos de
algas se emplean en todo tipo de productos para el tratamiento de uñas rotas,
acné, arrugas, seborrea, e incluso para la caída del cabello, el
rejuvenecimiento de la piel, la obesidad o la celulitis. Asimismo, su capacidad
fotoprotectora se está utilizando para el desarrollo de cremas solares
Medioambientales y energéticas: Como restauradoras de zonas contaminadas,
depuradoras de efluentes o como bioindicadores para conocer el estado de un
determinado medio. Asimismo, su uso como combustible, para generar biogás
(metano), hidrógeno o biodiesel es otra línea fructífera de investigación .
Hidrógeno y biodiésel de algas
La idea de utilizar algas como
combustible ecológico no es nueva. En 1978, en plena crisis petrolífera se
creaba en Estados Unidos el "Programa de Especies Acuáticas". En
1996, y tras 25 millones de dólares (unos 17 millones de euros) invertidos, se
ponía fin al proyecto ante los escasos resultados. Sin embargo, un petróleo
cada vez más caro y escaso y la creciente relevancia dada a las energías
renovables han despertado de nuevo el interés por las algas.
Una hectárea de algas puede producir entre 30 y 250 veces
más aceite que una hectárea de soja
Los diseñadores estadounidenses se basan en
los experimentos de científicos de la Universidad de Berkeley, que han
trabajado con una especie de alga, la Chlamydomonas reinhardtii, la cual libera
hidrógeno en vez de CO2 cuando no tiene suficiente oxígeno. Por lo tanto, se
trataría de crear grandes contenedores para estas algas, en unas condiciones
que les permitan sobrevivir pero generando un hidrógeno que luego se podría
utilizar en el mismo lugar de su producción. Sus responsables estiman que, una
vez optimizado el proceso, una de estas piscinas de diez metros de diámetro
podría suministrar hidrógeno para el consumo semanal de una docena de coches.
No obstante, la mayor parte de las investigaciones se centran en las
propiedades de las algas para producir un aceite que puede ser utilizado
posteriormente como biocombustible. En este caso, las ventajas son muy
diversas, según sus defensores. La productividad de las algas es mucho mayor
que la de otros elementos vegetales utilizados en la actualidad para producir
biocombustibles. Así, dependiendo de la especie de alga y de la eficiencia del
sistema, una hectárea de algas puede producir entre 30 y 250 veces más aceite
que una hectárea de soja, por ejemplo.
Por otra parte, las algas no son utilizadas de manera
generalizada como alimento, pudiendo crecer con agua salada o no potable y en
terrenos desaprovechados para uso agrícola. Por ello, su explotación masiva no
interferiría con la producción alimenticia, como ocurre con ciertos
biocombustibles. Además, el biodiésel procedente de algas no es tóxico (no
contiene sulfuros ni sulfatos) y es altamente biodegradable. Asimismo, los
productos derivados de las algas podrían tener más aplicaciones para industrias
como la plástica, la farmacéutica o la alimentaria. En otros casos, el cultivo
de algas que producen más carbohidratos y menos aceite podrían utilizarse para
generar etanol, un tipo de alcohol que también se utiliza como biocombustible.
Los expertos incluso afirman que estos procesos podrían trasladarse a las
refinerías para reproducir los productos elaborados con petróleo.